Los venía observando hace un tiempo ya.
Siempre prendidos a ese tallo que parecía tan débil.
El día no estaba para salir, la lluvia había humedecido el ambiente que se hacía más espeso segundo a segundo. Pero mi ansiedad me arrastró hacia el fresco atardecer.
Y los volví a ver. Siguiendo esta vez la delgada línea del sol que dibujaba en la calle.
Eran decenas de caracoles arrastrando su casa al otro lado, como mudándose de hemisferio.
Otros insectos, que jamás había visto, y algunas aves parecían danzar para darme un espectáculo de atardecer, que no había vivido desde que llegué..
hace un mes.
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