Amaneciendo en la gran manzana española. Un amanecer que se anuncia en medio de la noche apagada de estrellas, de sol y nubes, callada todavía pero profunda en su silencio.
Sola, imaginando melodías que pudieran decorar la escena, que bien podía ser de una película de fin del mundo.. porque realmente y sorprendentemente me encontraba sola, dejando mi paso por el paseo de la castellana.
Por un momento me invadió la angustia de la alerta con la que me movía por las calles santafesinas en una situación similar. Es apabullante escuchar tus propios pasos rompiendo la calma (inesperada) de una ciudad que comenzaba a despertar en lo que sería un día espectacular.
Me costó un poco entender la simplicidad del metro. Comencé a pensar que llegaría algún guardia de seguridad para preguntarme por qué llevaba tanto tiempo en los andenes.. Y recordé una obra de teatro que fue muy recurrente en mi vida tanto actoral como de espectador. Me llené de algunas sonrisas para cargarlas a lo largo del día.
Después de caminar durante, al menos, una hora para distraer mi ansiedad, encontré un bar que parecía abrir para mí, ya que era el único por esa zona que encendía sus luces tan temprano. El olor a café recién molido me arrastró hacia adentro.
Las dos horas que tenía hasta que abriese la clínica (donde debía hacerme los rayos de tórax para la visa) se hicieron realmente muy cortas pasando de hoja en hoja el libro que me atrapó esa semana: "Las nueve revelaciones" (enteramente recomendable)
[dejo una reflexión sobre la revelación del día]
"La pugna por el poder"
Habla sobre los conflictos, investiga por qué los individuos se tratan con tanta violencia. Una violencia que que procede de un impulso que nos lleva (a los seres humanos) a intentar someter y dominar a nuestros semejantes. Si prestamos atención, en una conversación pueden suceder dos cosas: que un individuo se aleje sintiéndose fuerte o débil, según lo que haya ocurrido en la interacción.
Los seres humanos parecemos adoptar siempre una postura manipuladora. No importa cuáles sean las circunstancias de la situación ni el tema a tratar: nosotros nos preparamos para decir lo que más nos convenga con tal de salirnos con la nuestra en la conversación. Cada uno de nosotros tratamos de ser más inteligentes que el prójimo e imponerle nuestro control, no sólo en demostración al resto de las personas de lo fuerte que somos y lograr nuestra meta, sino por la exaltación que recibimos psicológicamente.
Éste es el motivo de que veamos en el mundo tantos conflictos irracionales.
Finalmente, en el mostrador de entrada de la clínica, me informan que sólo por la tarde va a estar el médico que me correspondía... A lo que en otro momento de mi vida hubiese re puteado, ahora era una regalo de unas horas para seguir pateando y descubriendo Madrid con luz, ahora, diurna.
Aunque a veces pareces un pelotudo buscándole siempre el lado bueno a las cosas y pensás que sólo estás disfrazando tu disconformidad con el destino, ASEGURO que vale la pena.. no se gana nada negativizando todo nuestro entorno.
En fin, me puse a disposición de esta ciudad, tan parecida (y tan distinta) a Buenos Aires, para que me mostrase lo mejor de un día otoñal.
Ignorando los paseos inducidos o anunciados a la puerta del sol y la vista de los altos edificios de Gran Vía, me entregué a la caminata libre, sólo mirando la gente, los autos, contemplando los tiempos y ahondando un poco en mis pensamientos, siéndome imposible evitar la comparación de las distintas realidades, como siempre.
Si el silencio en la madrugada me abrumó, la imponente biblioteca nacional es espeluznante, pero increíblemente acogedora en su grandeza para una "turis" como yo que se asombra de todo lo que ve. Y ahora no sólo escuchaba mis propios pasos, sino también mi respiración.
La arquitectura, la disposición, la prolijidad, las costumbres y, casi sin querer, los parques del retiro que, sin duda, penetraron en todos mis sentidos y enamoraron a mi cámara. "Tan a gusto en mi tranquilidad".
El otoño hacía su magia sobre todo lo que tocaba: el aire; el cielo; los árboles; animales y las personas, por supuesto, que, a mi parecer, lograban colgar sus preocupaciones, problemas y miradas de turista en la gran entrada (parques del retiro) para hacerse parte de esa naturaleza que parecía reconfortar a todo transeúnte.
En total calma y dibujando una sonrisa en mi boca, la quinta revelación me entraba por todo el cuerpo, calentándose bajo un sol que aparecía y desaparecía detrás de unas nubes.
Emprendí mi vuelta apreciando ya la tarde por una ruta distinta hacia la clínica. Me sentía llena de vida, de ganas, aunque con los pies cansados debido a un calzado poco adecuado para 7 horas de caminata. Pero la felicidad me inundaba luego de tener en mis manos el certificado que me permitiría la aprobación definitiva de mi visa a Nueva Zelanda.